El Club de la Comedia ficha a los nuevos reyes del humor: los políticos españoles

El Club de la Comedia quiere fichar a políticos como Ayuso o Rufián. ¿Humor o realidad? La política española se vuelve pura comedia.3 min


El mundo del stand-up comedy ha sufrido hoy un terremoto de magnitud 9 en la escala de «vergüenza ajena». La productora de El Club de la Comedia, en un movimiento que los expertos califican de «suicidio comercial brillante», ha anunciado el despido fulminante de cómicos de la talla de Leo Harlem, Eva Hache y Goyo Jiménez. ¿El motivo? Ya no hacen gracia. O al menos, no tanta como una sesión de control al Gobierno un miércoles por la mañana.

Armando Jaleo, director de contenidos de la cadena y visionario del engagement absurdo, lo explicaba esta mañana mientras se encendía un puro con un billete de 500 euros del Monopoly: «Llevamos años intentando escribir guiones sobre situaciones surrealistas, pero la realidad nos ha pasado por la derecha, por la izquierda y por el centro. Cuando vimos a Isabel Díaz Ayuso hablando de macetas y libertades frutales con esa convicción, supimos que el humor profesional había muerto.

Ella es la nueva Dave Chappelle, pero con más gestión de terrazas».

El nuevo formato, que pasará a llamarse «El Club de la Tragedia (pero de risa)», contará con un line-up que haría temblar al mismísimo Paramount Comedy.

El cartel del primer festival ‘Politicomedia 2025’

El episodio piloto, que se emitirá en prime time (o cuando sus señorías terminen el aperitivo), promete romper los audímetros:

  • Isabel Díaz Ayuso (Headliner): Presentará su monólogo titulado «¿Me gusta la fruta? No, me gusta el caos». Un set de 45 minutos donde improvisará insultos susurrados mientras inaugura hospitales de cartón piedra. Se rumorea que cerrará el show lanzando calamares al público.

  • Gabriel Rufián: El rey del prop comedy (comedia con objetos). Tras años llevando impresoras y esposas al escaño, su nuevo número incluye sacar un conejo de la chistera que, sorprendentemente, también quiere la independencia. Su show, «18 meses y me bajo (pero me quedo un rato más)», ya tiene lista de espera.

  • Pedro Sánchez: Realizará un número de escapismo. Le atan de manos y pies con pactos imposibles, lo meten en una urna llena de agua y votos, y sale peinado, bronceado y con más escaños que antes. Magia pura.

  • Santiago Abascal: Presentará su show de «Stand-up Reconquista». Un espectáculo vanguardista donde se niega a usar el micrófono por ser negro y prefiere gritarle a las nubes. Su número estrella incluye entrar al escenario a caballo mientras intenta ilegalizar a los técnicos de sonido por ser «demasiado progres».

  • Yolanda Díaz: La reina del «Slow Comedy». Su monólogo dura 14 horas, pero es «chulísimo». Se basa en prometer que el chiste va a llegar, crear una mesa de diálogo para consensuar la gracia y, finalmente, reformar el final para que nadie se ría pero todos aplaudan.

  • Carles Puigdemont: El Houdini de la política. Realizará su aclamado número de escapismo titulado «Ahora me ves, ahora estoy en Waterloo». El público deberá buscarlo debajo de sus asientos o dentro de maleteros diseminados por el teatro. Actuará vía holograma para ahorrar en dietas.

  • Alvise Pérez: Será el telonero sorpresa. Hará su show desde una alcantarilla situada en el patio de butacas, disfrazado de ardilla vengadora. Su número consiste en pedirle Bizum al público para destapar la «verdad oculta» de por qué la gallina cruzó la carretera (spoiler: fue culpa del sistema).

Los analistas de marketing político aseguran que este movimiento es la evolución natural del mercado. De hecho, este fenómeno de convertir la incompetencia en arte escénico está muy ligado a la gestión de marca personal. Como ya comentábamos en nuestro reportaje sobre la crisis de identidad digital, la línea entre ser un profesional y ser un meme es cada vez más fina.

Conflictos de camerino y marketing de guerrilla

La llegada de estas rockstars de la verborrea ha generado tensiones. Fuentes internas aseguran que Pedro Sánchez ha exigido un espejo en el camerino que le diga «guapo» cada 15 segundos y ha cambiado el guion del presentador tres veces en lo que va de mañana.

Este tipo de disputas por el protagonismo no son nuevas en el sector del marketing político. De hecho, ya os contamos en su día cómo la gestión de redes sociales puede romper relaciones diplomáticas e incluso divinas, como vimos en nuestro artículo sobre la disputa entre Rajoy y el Papa por un Community Manager, donde quedó claro que encontrar a alguien que te lleve la cuenta de Twitter (o el país) sin liarla es misión imposible.

Un futuro distópico y desternillante

Fuentes cercanas a la producción aseguran que, para la temporada de 2026, se implementará el «Risómetro Legislativo». En lugar de votar leyes pulsando un botón, los diputados tendrán que conseguir un mínimo de decibelios de carcajadas del resto de la cámara para aprobar los presupuestos. «Si la subida de impuestos no tiene un buen ‘punchline’, no se aprueba. Es democracia gamificada», asegura Lola Mento, la nueva jefa de casting del Congreso.

Además, se prevé la instalación de una trampilla debajo del atril de oradores. Si el chiste sobre la oposición es malo o está «cuñado», el suelo se abre y el político cae directamente a un programa de tertulias de mediodía, el infierno en la tierra.

El sindicato de humoristas profesionales ha intentado protestar, pero se han dado cuenta de que no pueden competir contra gente que dice «es el mercado, amigo» sin reírse. «Nos han robado el show», declaraba un payaso triste en la puerta del Congreso, «yo me pinto la cara para trabajar, ellos se la pintan de hormigón armado y les votan millones. Son los genios del marketing definitivo».


«Al final, la política y el marketing son lo mismo: se trata de venderle a la gente un puente donde no hay ni río, y convencerles de que la culpa es del agua por no pasar por allí.»

Ana Mata


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